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porque los griegos las hab�an perdido; irritables, temerosos, veleidosos, comediantes todos ellos, les
sobraban algunas razones para o�r la pr�dica moral. La pr�dica ciertamente no ser�a para nada; pero �son
tan dados los d�cadents a las palabras y actitudes altisonantes! ...
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Yo he sido el primero en tomar en serio, para la comprensión del instinto heleno de los primeros tiempos,
a�n rico y hasta pletórico, ese fenómeno maravilloso que lleva el nombre de Dionisos; fenómeno que sólo
puede ser explicado por un excedente de fuerza. Quien ahonda en el estudio de los griegos, como ese
conocedor m�s profundo de su cultura, Jakob Burckhardt, de Basilea, se percata al momento de la
significación de mi actitud. Insertó Burckhardt en su Cultura de los griegos un cap�tulo dedicado
expresamente a dicho fenómeno. Para conocer la ant�tesis del mismo no hay m�s que considerar la pobreza
casi hilarante de los instintos de qu� dan prueba los filólogos alemanes en cuanto se asoman a lo dionis�aco.
Sobre todo el famoso Lobeck, que con el digno aplomo de un gusano secado entre libracos se introdujo en
este mundo de estados misteriosos tratando de creer que as� era cient�fico, cuando en realidad era
superficial y pueril en un grado que da asco. Lobeck ha dado a entender, en un m�ximo despliegue de
erudición, que todas estas curiosidades en el fondo no significaban gran cosa. De hecho, los sacerdotes
comunicar�an a los participantes de tales org�as algunos datos nada f�tiles; por ejemplo, que el vino
excitaba la voluptuosidad; que el hombre se alimentaba eventualmente de frutos; que las plantas florec�an
en la primavera y se marchitaban en oto�o. En cuanto a la desconcertante riqueza en ritos, s�mbolos y mitos
de origen orgi�stico que literalmente cubre el mundo antiguo, es para Lobeck motivo para aumentar un
poquito su ingenio.  Los griegos-escribe en Aglaofames I, 672-cuando no ten�an otra cosa que hacer re�an,
correteaban y se lanzaban por ah�, o bien, ya que el hombre a veces tambi�n siente estas ganas, se sentaban
y prorrump�an en llanto y lamento. Luego otros se les acercaban y buscaban alg�n motivo que explicara tan
rara conducta; as� se desarrollaron como explicación de esas costumbres innumerables leyendas y mitos.
Por otra parte, se cre�a que ese comportamiento gracioso que se registraba en los d�as de fiesta era un rasgo
esencial de las fiestas, y as� lo preservaban como parte imprescindible del culto. Esto es un solemne
disparate; no se tomar� en serio a Lobeck ni por un instante. Con muy otra disposición examinamos el
concepto  griego que se han formado Winckelmann y Goethe, y lo encontramos incompatible con ese
elemento del que surge el arte dionis�aco : con el orgi�stico. En efecto, no dudo de que Goethe hubiera
negado de plano que algo semejante cupiese dentro de las posibilidades del alma griega. Quiere decir que
Goethe no comprendió a los griegos. Pues sólo en los misterios dionis�acos, en la sicolog�a del estado
dionis�aco, se expresa el hecho fundamental del instinto heleno: su  voluntad de vida . �Qu� se garantizaba
el heleno con estos misterios? La vida eterna, el eterno retorno a la vida; el futuro prometido y consagrado
en el pasado; el triunfante s� a la vida m�s all� de la muerte y mutación; la vida verdadera como
pervivencia total, por la procreación, por los misterios de la sexualidad. De ah� que para los griegos el
s�mbolo sexual fuera el s�mbolo venerable en s�, la profundidad propiamente dicha en toda la piedad
antigua. Todo pormenor relativo al acto de la procreación, al embarazo y al parto suscitaba los sentimientos
m�s elevados y solemnes. En la doctrina de los misterios est� santificado el dolor: los  dolores de la
parturienta santifican el dolor en s�; todo nacer y crecer, todo lo que garantiza el futuro, determina el
dolor... Para que haya eterno goce de la creación, para que la voluntad de vida eternamente se afirme a s�
misma, debe haber tambi�n eternamente por fuerza la  agon�a de la parturienta ... Todo esto encierra la
significación de la palabra  Dionisos ; yo no conozco simbolismo m�s elevado que este simbolismo griego,
el de las dionisas. En �l, el instinto m�s profundo de la vida, el del futuro de la vida, de la eternidad de la
vida, est� sentido religiosamente, y el camino mismo a la vida, la procreación, como el camino santo... Sólo
el cristianismo, con su resentimiento fundamental dirigido contra la vida, ha hecho de la sexualidad algo
impuro: ha enlodado el principio, la premisa de nuestra vida...
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La sicolog�a de lo orgi�stico, como de un sentimiento pletórico de vitalidad y fuerza dentro del cual aun
el dolor obra como estimulante, me ha ofrecido la clave del concepto del sentimiento tr�gico, que tanto
Aristóteles como, en particular, nuestros pesimistas, han entendido mal. La tragedia, lejos de corroborar el
pesimismo de los helenos en el sentido de Schopenhauer, ha de ser considerada como rotunda refutación y
ant�tesis del mismo. El decir s� a la vida, aun en sus problemas m�s extra�os y penosos, la voluntad de vida
gozando con la propia inagotabilidad en el sacrificio de sus tipos m�s elevados: a esto es a lo que he
llamado dionis�aco, lo que he adivinado como clave de la sicolog�a del poeta tr�gico. No para librarse de
terror y de la compasión, no para purgarse de un peligroso afecto por la descarga violenta del mismo, como
creyó Aristóteles, sino para ser personalmente, m�s all� de terror y compasión, el goce eterno del devenir,
ese goce que comprende aun el goce del destruir... Y as� llego de vuelta al punto del que en un tiempo part�:
El origen de la tragedia que fue mi primera transmutación de todos los valores. As� me reintegro al suelo
del que brota mi querer y mi poder -yo, el �ltimo disc�pulo del filósofo Dionisos-, yo, el pregonero del
eterno retorno...
HABLA EL MARTILLO
� �Por qu� tan duro?-dijo cierta vez el carbón al diamante-; �acaso no somos parientes cercanos? �Por
qu� tan blandos, hermanos?-os pregunto yo a vosotros-; �acaso no sois mis hermanos?
�Por qu� tan blandos y acomodaticios? �Por qu� hay tanta negación y retractación en vuestro corazón?
�Por qu� igualmente tan poca fatalidad en vuestro mirar?
Y si no est�is dispuestos a ser fatales e inexorables, �cómo podr�ais un d�a triunfar conmigo?
Y si vuestra dureza no quiere fulminar y cortar y deshacer, �cómo podr�ais un d�a crear conmigo? Pues
todos los creadores son duros. Y os ha de parecer goce inefable poner vuestra mano encima de milenios
como si fuesen cera.
Inscribir en la voluntad de milenios cual en bronce; m�s duros y m�s nobles que el bronce. Sólo lo m�s
noble es de m�xima dureza.
�Volveos duros! He aqu� la nueva tabla, hermanos, que coloco por encima de vosotros.�
FIN DE
 C�MO SE FILOSOFA A MARTILLAZOS [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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